Rukhsana habla claro y con decisión. No se corta cuando enumera las desventajas de su condición como una chica sin medios económicos, a la vez que es muy consciente de sus derechos. Lo sorprendente es que sea tan elocuente con 16 años, siendo india, mujer, y habitante de una zona marginal.
Esta joven lidera un grupo de 22 niños en el que charlan sobre sus derechos y sobre asuntos prácticos tales como maneras de mejorar su escuela, en la que sólo hay una clase para 90 alumnos de todas las edades. “Está masificada, los profesores no pueden atendernos a todos. Además, hay problemas de ventilación”, comenta. Han hecho llegar sus peticiones al gobierno por escrito, pero de momento apenas han recibido respuesta. Sin embargo, dice, “Gracias a esto he conocido los derechos que tenemos los niños”.
La mayor de cinco hermanos, acude regularmente a los programas que una ONG local, lleva implementando en zonas periféricas de Nueva Delhi desde hace 15 años, entre los que figuran consejos sobre higiene, ayuda económica para mejorar sus viviendas, y microcréditos para poner en marcha pequeños negocios y reforzar el apoyo escolar desde muy temprana edad. También ofrecen clases de defensa personal a las mujeres y niñas de la zona de chabolas.
La familia de Ruhksana comprende que estudiar es importante para aumentar sus posibilidades de salir de su paralizante pobreza económica, y les encantaría que pudiera acceder a la universidad. Sobre esta posibilidad, su padre dice que “Es difícil encontrar un modo de hacerlo. Sólo yo trabajo en casa y somos siete personas. Mi salario es de 5.000 rupias mensuales (unos 40€) como repartidor. Tenemos lo justo para vivir.”
Por su parte, Rukhsana se alegra de que sus padres le permitan seguir yendo a la escuela. “Muchas chicas no pueden estudiar porque sus padres se lo permiten. Se tienen que quedar en casa a cuidar de sus hermanos y no pueden ir al colegio ni participar en programas de capacitación. Lo entiendo porque por un lado están cuidando a sus hermanos, pero por otro me da pena que descuiden sus estudios. Normalmente se casan a los 16 años y enseguida tienen hijos. Casarme no entra en mis planes hasta que termine mis estudios universitarios”, concluye.
Fuente: periodismohumano.com