El verano está en su punto álgido, rozando los 45 grados en esta parte del mundo. Los campos a lo largo del camino son inhóspitos y los árboles escasos mientras el sol brilla sin piedad en lo alto.
La mayoría de los pueblos a lo largo del camino parecen esconderse detrás de muros de barro, pero Liya parece haber encontrado la vida en esta tarde abrasadora. Todo el mundo se dirige a la escuela primaria de la aldea. El aula más grande se llena de niños, mujeres y algunos ancianos. Los hombres se amontonan en la puerta y las ventanas, tratando de atisbar lo que pasa dentro.
En medio de esta expectativa y curiosidad, la joven Neeta se pone de pie para dirigirse a la multitud. A medida que explica los hallazgos de su grupo infantil sobre la condición de la escuela, la participación de los profesores, la violencia, los lugares que la asustan a ella y a sus amigos, la mayoría de los ancianos la miran con condescendencia. Sin embargo, Neeta los sorprende; los mira y les pregunta "¿Qué vais a hacer al respecto? ¿Cómo nos ayudaréis?"
El silencio envuelve la habitación; durante un rato nadie tiene respuestas. Y luego, algunos padres se preguntan en voz alta qué pueden hacer con respecto a lo que sucede en las escuelas. Entonces una joven por fin dice: "Vamos a tener que ir a la escuela y hablar con los profesores, y vamos a tener que hacer esto con regularidad, para que sepan que la sociedad observa a la escuela”. Todo esto sucede mientras Neeta espera pacientemente a que los adultos den sus opiniones y elaboren un plan de acción común.
Cuando la reunión comienza a dispersarse, una abuela comenta que jamás en su vida ha asistido a un evento como el de hoy, en el que los niños llevaran la voz cantante. El proceso se ha iniciado. Uno tras otro, los niños plantean cuestiones de trabajo infantil, agua, saneamiento, medio ambiente, nutrición y salud, y permiten que los mayores expresen sus opiniones y planes de acción. Los niños insisten que los líderes del pueblo y los vecinos se comprometan por igual.
Cuando la reunión hubo terminado en esta escuela, el sol se había tornado oro suave, pero los vientos de cambio habían comenzado a soplar.
Fuente: Children's Rights for Change